Esta frase me llegó hoy mientras, en familia, charlábamos sobre la actuación de un equipo de mi ciudad en su último partido. Para no hacer larga la anécdota, todos sabíamos qué debía hacer el jugador: el pase que debía dar, el lugar que debería ocupar, la forma en que tendría que jugar, etc. Después de un rato añadí: “es que sí, afuera de la cancha, todos somos Messi”.
Lo que decimos con frecuencia es “yo en tu lugar hubiese hecho…”. Completa la frase como quieras, con el ejemplo que sea, pero siempre hay un detalle que se escapa de esa afirmación: nosotros no estamos hablando directamente de esa persona, sino de nosotros mismos. Es interesante notar que nunca vamos a estar en esa situación específica.
Probablemente, nosotros en su lugar tampoco haríamos lo que decimos. Es muy difícil tener la certeza de que vamos a actuar tal cual lo pensamos. Es básicamente la norma del aprendizaje: uno no aprende algo hasta que no lo pone en práctica. Eso es lo que nos convierte en expertos en un tema. Pero los seres humanos nos hemos vuelto “expertos sin experimentación”. Solo podemos sacar conclusiones verdaderas cuando hemos vivido una situación similar a la que se está planteando (y atentos porque dije similar, no igual, porque eso es imposible).
El punto es que nos hemos vuelto expertos en opinar sobre lo que los demás deberían hacer en ciertas situaciones, incluso con su vida, haciendo alusión a esto como si fuera algo fácil. En realidad, hay que estar en el lugar del otro, ser el otro, pensar como el otro, sentir como el otro, para poder opinar de manera tan inverosímil.
Todos somos expertos hasta que nos toca estar en esa situación. La mitad de las veces, terminamos actuando de la misma forma que criticamos. Eso es lo bueno de experimentar: que se caen todas las suposiciones. Dejamos de ser Messi y pasamos a ser nosotros mismos, con todo lo que pensamos y sentimos. Esto es algo que no tenemos en cuenta al opinar, porque en esa frase de “yo en tu lugar…” no solo se pierde el detalle de que no somos esa persona, sino que también se pierde ese estado de racionalidad tan característico del ser humano. Pasamos a ser seres imaginativos, porque el “yo” de esa frase puede contra todo. Algo que, en la realidad, es difícil de afirmar con certeza.
En conclusión, afuera de la cancha todos somos Messi, pero adentro solo nos queda ser nosotros mismos. Porque aunque ocupemos su lugar y tengamos su camiseta, nunca, pero nunca, vamos a ser Messi.
Si llegaste hasta acá GRACIAS :)
Podés seguirme en Instagram como @elmundodepauly donde publico frases diariamente en mis historias.
Te mando un súper abrazo :)
Pauly